El gobierno de Israel se caracterizaba por la organización más cabal, tan admirable por su esmero como por su sencillez. El orden tan maravillosamente puesto de mani esto en la perfección y disposición de todas las obras creadas por Dios se veía también en el gobier- no hebreo. Dios era el centro de la autoridad y del gobierno, el soberano de Israel. Moisés se destacaba como el caudillo visible a quien Dios había designado para administrar las leyes en su nombre. Posteriormente, se escogió de entre los ancianos de las tribus un con- sejo de setenta hombres para que asistiera a Moisés en la administración de los asuntos generales de la nación. En seguida venían los sacerdotes, quienes consultaban al Señor en el santuario. Había jefes, o príncipes, que gobernaban sobre las tribus. Bajo estos había “jefes de mil, jefes de cien, y jefes de cincuenta y de diez” (Deuteronomio 1:15), y por últi- mo, funcionarios que se podían emplear en tareas especiales. PP 345.2
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